Madres de distintos países de América Latina cuyos hijos e hijas consumen aceites dieron sus testimonios de vida sobre los resultados favorables para los tratamientos. Asimismo, compartieron sus historias de militancia para modificar las leyes y dar asesoramiento a otras familias ante la falta de información.
Los países de América Latina avanzan con normativas para regular el cannabis. Más allá de las diferencias en torno a los alcances de esas leyes y a las particularidades de cada caso, el uso de los derivados de la planta para su uso medicinal y terapéutico adquiere cada vez mayores consensos, sostenido por la evidencia científica y médica.
En esa línea,madres de países de la región cuyos hijos e hijas consumen aceites dieron sus testimonios sobre los resultados favorables para los tratamientos. Asimismo compartieron sus historias de militancia para modificar las leyes y dar asesoramiento a otras familias ante la falta de información. Fue en una conferencia virtual organizada por TerCann, organización de profesionales de la salud que brindan asesoramiento sobre la medicina a base de cannabis.
Las madres hicieron énfasis en los cambios que tuvieron sus hijos e hijas, en la posibilidad de reinsertarse en círculos de sociabilidad y el alivio que significó para sus vidas. “Desde que accedimos al aceite fueron pasando las semanas y mi hija no convulsionaba. Hablaba, reía y bailaba. Tenía otro semblante y ya no tenía la mirada perdida. Las convulsiones eran más leves y ahora toma pocas medicaciones”, contó emocionada Dayana Ortega de Gordon, integrante de la Fundación Luces de Panamá, dedicada a combatir la epilepsia. Vale remarcar que este país fue el primero en Centroamérica en avalar el uso de cannabis con fines medicinales y terapéuticos, el último 31 de agosto.
Entre los problemas de salud, las madres militantes hablaron sobre cómo los derivados permitieron afrontar síndromes, trastornos, enfermedades y patologías tales como epilepsias, enfermedades degenerativas, cáncer, náuseas y vómitos derivados de quimioterapia, VIH y autismo.
A su vez, contaron las duras experiencias de convulsiones de sus hijos e hijas, la falta de respuestas y excesos de medicaciones por parte de las y los médicos, hasta el momento en el que conocieron los beneficios de la planta y decidieron seguir un camino alternativo que resultó en notorias mejoras para la salud.
“Pasamos momentos horribles por el comportamiento violento de mi hijo de 17 años. Tomaba diecisiete pastillas por día. Hablé con otra mamá que me recomendó el aceite. Teníamos miedo porque no conocíamos nada sobre el cannabis, pero desde que consume el aceite se calmaron muchísimo sus nervios y vivimos mejor”, dijo Edith Payallef, la madre argentina de la mesa virtual.
En la conferencia las madres también sintetizaron la situación normativa de sus países y sus historias de lucha para impulsar leyes más justas. Por caso, Perú había legalizado en 2017 el cannabis medicinal pero el acceso a los derivados seguía siendo difícil para los pacientes porque pocas farmacias lo comercializaban. En julio de este año, la nueva ley aprobó el cultivo, procesamiento, transporte y almacenamiento de cannabis y sus derivados con fines terapéuticos. Ahora las asociaciones aguardan la reglamentación del Ejecutivo. “Esperamos que sea para las necesidades de la gente y en favor del acceso democrático a los derivados”, pidió Aydé Farfán Pariona, coordinadora de la organización peruana Mi Esperanza Brota de la Tierra, con sede en Lima.
Por su parte, Lisette Hazeldine de Barchini, abogada redactora de la ley de autocultivo de Paraguay, habló sobre su historia personal como paciente y cómo eso la movilizó a comprometerse con la realidad cannábica de su país. Cuestionó al Gobierno por haber vetado hace un año la ley de autocultivo y por no distinguir entre autocultivadores y grandes narcotraficantes. “Estamos haciendo fuerza para llegar a una legislación que nos permita tener la calidad de vida que nos merecemos como seres sujetos a derechos, para poder cuidarnos de la amenaza constante de ser llevadas a la justicia por utilizar el cannabis para nuestra salud”, reclamó.
También por Paraguay, la presidenta de Mamá Cultiva, Cynthia Farina, reparó en las dificultades que tuvo en los hospitales con los médicos y las médicas cuando su beba comenzó a sufrir convulsiones. “Cada vez convulsionaba más y no nos daban ninguna respuesta. Fuimos ochenta veces al hospital. Los médicos no tenían formación sobre el tema”, advirtió.
“En 2016 comencé a darle manteca de cannabis en el pan. Al principio recuperó el apetito, la sonrisa y luego la conexión con sus hermanos para interactuar y jugar”, prosiguió la militante. “A medida que empezó a consumir cannabis, reaccionó con más fuerza y rapidez ante las convulsiones. Ahora hace cuatro años que no pisamos el hospital, solo vamos para hacer los controles que nos ordena el neurólogo”, añadió.
Cecil Alvarado, presidenta de Mamá Cultiva de México, dijo que en los inicios de su interés en el tema tuvo que recurrir a las semillas del mercado ilegal para poder cultivar ante la falta de una regulación. Y alertó que en el país azteca, a pesar de haber aprobado el uso recreativo del cannabis en marzo último, mantiene su fuerza el “estigma social” sobre la planta. “Eso es muy triste, con todos los avances que han habido”, lamentó.
Por último, Alvarado presentó a Armando Ranferi Sánchez Reyes, a quien acercó al mundo del cannabis medicinal, un joven padre de un niño que recurrió al aceite de cannabidiol para tolerar las quimioterapias por la leucemia. “El cannabis no solo ayuda. Es un tratamiento que puede ser eficaz. Mi hijo tiene leucemia pero va bien, quisiera que mucha gente no se pierda esos beneficios”. Y concluyó: “El cannabis es una herramienta milagrosa; si se usa a tiempo puede ayudar mucho a la familia del paciente y sirve también para sorprender a los doctores”.